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jueves, 14 de agosto de 2014

El vuelo de las cigüeñas



María Isabel Molina
Ed. Edelvives, 2013

Encantador librillo en forma de novela histórica dedicado al público juvenil. Especialidad marca de la casa de esta escritora a la que conocí este año en una de las charlas impartidas por escritores que se organizan en los institutos para intentar lo imposible, animar a los adolescentes a leer. La charla me dejó impresionado, un derroche de erudición y humanidad que luego deja escapar en pequeñas gotitas en sus libros, como un valioso perfume, para que se note, pero no para que canse. Y así te transporta a un tiempo y a una sociedad desconocida ya, perdida en el olvido y en los ensueños románticos del siglo XIX, sin que el lector tenga que realizar ningún esfuerzo, sólo con una breve introducción. Y ya está, ten encuentras de repente en la península ibérica en el siglo IX, disfrutando de las aventuras de un joven fraile, Gonzalo, huérfano en una de las innumerables guerras, grandes o pequeñas, en las que nobles y reyes se enzarzaban constantemente a costa de los aldeanos, el pueblo en la Edad Media, discípulo y secretario de Dulcidio, un sacerdote hombre de confianza del rey asturiano Alfonso III a quien éste le encarga que vaya a Córdoba a recoger los restos de un mártir cristiano mozárabe, San Eulogio. Allí el joven protagonista se encontrará con la ciudad más brillante de Europa, se topará con los oscuros engranajes de la alta política, se enfrentará a los recelos y orgullos de quien creía sus correlegionarios y hermanos, los mozárabes y descubrirá lo que nunca pensó hallar, el amor de una joven musulmana, Meriem, hija del visir de Córdoba y su segunda esposa, la hermosa Dama Blanca, albina, de origen cristiano, creencias en las que educa a su rebelde y decidida hija.
Una joyita, una especie de Umberto Eco en diminuto, que te deja con ganas de más, de mucho más.

viernes, 8 de agosto de 2014

El asedio



Arturo Pérez-Reverte
El Asedio
Ed. Alfaguara, 2010

Con esta novela empiezo la cuenta atrás de los libros leídos esta mitad de año. Comienzo por el último leído para no olvidarme nada y terminaré con el primero, todo al revés, como debe ser.

Leo en los periódicos que a este último trabajo de Arturo Pérez-Reverte le ha caído el premio Internacional Dragger a la mejor novela policíaca traducida y publicada en el Reino Unido. No soy quién para enmendar la plana al jurado de la CWA (Crime Writers' Association), pero la trama criminal del libro no es precisamente la que más me ha interesado. ¿Por qué? Por esos toques mágicos que Pérez-Reverte suele usar para dar lustre e interés a los aspectos de intriga de sus libros. En este caso apoyándose en erróneas hipótesis de geniales autores como Descartes o Euler, aún no falseadas en la época en la que se desarrolla la trama, comienzos del siglo XIX, el autor hace que tanto el asesino y como el investigador, sean capaces de sentir en ciertas zonas de la ciudad de Cádiz y en ciertas condiciones atmosféricas, una especie de revelación paranormal, ausencia de sonidos, enrarecimiento del aire, que sólo ellos dos pueden percibir.
Esto no impide que el personaje central de esta media parte de la novela, el comisario Rogelio Tizón, sea de los mejores logrados de la novela: su mezquindad, su falta de escrúpulos, su crueldad, su saber nadar y guardar la ropa, su pericia y prurito profesional, sus demonios interiores y sus fantasmas familiares son tremendamente humanos, cercanos, reconocibles por cualquiera y por todos. Un personaje complejo, con múltiples facetas, muchas desagradables, otras pocas atractivas, nunca totalmente infame, jamas pusilánime ni santurrón. A pesar del diseño de la portada del libro con esa silueta negra recortada con reminiscencias a brumosos y oscuros callejones londinenses, a pesar de contar como guía en todos los temas científicos a su particular Dr. Watson, el profesor Barrull, que cuando no le está desgranando libros científicos y filosóficos le machaca sin piedad al ajedrez en el café Correo, a pesar de todo eso no podía imaginarme a Tizón como un protagonista de una historia de Conan Doyle o incluso de Poe. No, a quien no paraba de recordarme una y otra vez es a Bill el Carnicero, ese brutal personaje interpretado por Daniel Day Lewis en la película estupenda Gangs of New York de Martin Scorsese.
La otra mitad del libro, la de Cádiz, la del asedio francés, la de las Cortes liberales, la del mar y los barcos, sí que me ha encantado. Es en esta parte de la obra, la de novela histórica, donde Pérez-Reverte demuestra toda su maestría, hilvanando sin que se noten miles de datos históricos sobre vestimentas y costumbres, locales, arquitectura, artillería y navegación, que envuelven a los numerosos personajes que pueblan su novela y les crea un entorno físico y temporal completamente plausible, natural y espontáneo donde moverse y convivir. Es como los grandes directores artísticos de cine que son capaces de recrear en un estudio un barrio de Nueva York de mitad del siglo XIX sin que los espectadores nos demos cuenta del engaño. Por supuesto donde más en su salsa se encuentra es entre las maderas, telas y cabos de un barco a vela, ciñéndose al viento, saltando en la marejada, batiéndose a cañonazos que destrozan palos y cubiertas y si es contra los gabachos, miel sobre hojuelas. Y excusas no para de haber en todo el texto para recrearse tanto en uno como en el otro de sus vicios, la vela y dar caña a gabachos, y si se tercia también a los hijos de la pérfida Albión. Todo con mesura, en su justa medida y sin abusar. Esta mitad del libro tiene como eje narrativo tanto las desventuras del capitán francés Simón Desfosseux por conseguir salvar la distancia entre el fuerte de La Cabezuela y la Ciudad de Cádiz con alguno de sus morteros u obuses, y la relación amorosa entre Lolita Palma, una rica heredera de una firma comercial y Pepe Lobo, un capitán de barco metido a corsario del Rey a sueldo de Lolita Palma. Los dos personas serenas, sensatas, maduras, de mundos totalmente distintos a pesar de vivir en la misma ciudad, y aún así caen en ese viejo engaño llamado amor. Una historia que Pérez-Reverte teje magistralmente y que nos deja, como siempre, diálogos y párrafos soberbios sobre la naturaleza masculina y femenina:

- Entonces vamos a buscar mujeres.
- ¿Qué clase de mujeres, capitán? [contesta su oficial Ricardo Maraña]
- De las adecuadas a estas horas p 543

“De cerca [Pepe Lobo] percibe el aroma de [su] perfume, distinto al que suelen usar las mujeres de su edad. Éste es dulce y agradable, en todo caso. Fresco. Poco intenso. Bergamota, piensa absurdamente. Nunca olió la bergamota”. p 596

Sin embargo, Pérez-Reverte hace terminar la relación de la manera más desagradable posible: ella le engatusa con las armas de mujer de toda la vida, las que llevan usando desde que los humanos andamos por este mundo, y le convence egoístamente para que arriesgue su vida y la de sus tripulantes para salvar un navío de ella en una operación suicida. Le importa más la manera poco caballerosa que tuvo Pepe Lobo de terminar con un duelo, que la suerte que pueda correr su amado en esa arriesgada misión. Pepe Lobo se encomienda al diablo, zarpa en la noche, libera el navío en mitad de cañonazos, astillas y sangre y encuentra el destino que ha temido toda su vida, el destino que ha visto que les llegaba a todos los viejos marineros: pobreza y soledad. Un cañonazo le amputa una pierna y le marca la cara de un lado a otro y permanecerá toda su vida inválido, pidiendo limosna quizá por las callejuelas del puerto, sin hogar, sin esperanza... mientras ella sigue su displicente y rutinaria vida de sedas, despachos y tertulias.


domingo, 15 de agosto de 2010

La casa de los siete pecados



Mari Pau Domínguez
Grijalbo

Leí una entrevista de la autora en El Heraldo y me compré el libro sin saber nada más de ella. Con el libro en mis manos ojeé el primer capítulo y curioseé la información de las solapas. Sorprendido comprendí por qué me sonaba tanto su foto y sin embargo no terminaba de ubicarla. Mari Pau Domínguez es una periodista que ha trabajado mucho en televisión y radio y de la larga lista de programas que hizo el que me permitió, por fin, asociar su nombre con su imagen fue “La hora de Mari Pau” en Telemadrid. Nunca lo vi, así que lo que me hizo comprender no fueron los recuerdos del programa, sino el nombre con el que aparece en él: Mari Pau a secas, sin apellido. No tenía nada más: un frágil vínculo entre un nombre y una cara.

Afortunadamente el libro es mucho más. Es una novela histórica de alto nivel, elegante, evocadora y rigurosa. No es una novela fantástica al estilo El código Da Vinci de Dan Brown (muy entretenida, pero con escaso rigor histórico), ni tampoco del tipo La catedral del mar de Ildefonso Falcón o Los pilares de la tierra de Ken Follet (amenas, cautivadoras, fieles descripciones de una época, pero de trama y personajes imaginarios). Ésta es más del estilo Un día de cólera de Arturo Pérez-Reverte, un relato novelado de hechos, fechas, lugares y personajes reales. Sin embargo, a diferencia de aquel La casa de los siete pecados se escapa del corsé asfixiante de los hechos mediante una imaginativa trama inventada que le sirve de pretexto a la autora para dibujar los perfiles de sus personajes: la leyenda de una casa de Madrid y los amores prohibidos que tuvieron lugar en ella. La novela gana así en agilidad, interés y frescura sin perder un ápice de rigurosidad.

La casa de los siete pecados está ambientada en la España del siglo XVI y sus protagonistas son Felipe II y su cuarta y última esposa, su sobrina Anna de Austria. La fidelidad de la novela no sólo abarca la exactitud de las fechas (sólo se ha permitido el lujo de adelantar dos hechos, como ella misma aclara al final del libro en un breve apartado de Notas de la autora), y personajes, sino también la manera en que éstos se comportan, se mueven y hablan. Las exhaustivas descripciones de algunos eventos, como por ejemplo el recibimiento que otorgó la ciudad de Segovia a la futura reina y su séquito, conllevan un enorme trabajo de documentación que se ve reflejado en la bibliografía final del libro. Un apartado que no es muy frecuente en las novelas históricas, pero que es muy de agradecer. Aún así he encontrado una errata en el relato. A mitad de la obra la autora describe un cuadro del Bosco que el rey ha comprado y acaba de recibir: la Mesa de los pecados capitales. En el párrafo final de este apartado la autora escribe:

A los pies de la representación de Jesucristo podía leerse la siguiente inscripción: CAVE CAVE DOMINUS VIDET. “Cuidado, cuidado, el Señor todo lo ve.”

Sin embargo, en una estupenda representación del cuadro que la web del Museo del Prado ofrece gratuitamente, se lee lo siguiente en la inscripción que la autora señala: CAVE CAVE DEUS VIDET. Y su traducción podría ser la siguiente: cuidado, cuidado, Dios lo ve. Un detalle que aparece hasta en la wikipedia.

Pero el libro es mucho más que una novela histórica. Al igual que en las obras shakespearanas (reconozco que no he leído nunca ningún libro suyo, pero sí he visto películas basadas en ellos y hasta recuerdo todavía alguna clase de literatura del instituto), la autora entremezcla en su relato dos grandes obsesiones humanas de todos los tiempos: la muerte y el sexo. La muerte aparece innumerables veces en el libro: el relato se abre con la aparición de un cadáver en las obras de restauración de la Casa de las Chimeneas en 1882 para adecuarla como sede de las oficinas del Banco de Castilla y del Crédito General de Ferrocarriles, continua con los funerales de la tercera esposa de Felipe II, Isabel de Valois, y termina casi casi con la muerte de su última esposa Anna de Austria. Entremedio se suceden las muertes de los dos primeros hijos del matrimonio, de dos hermanos del rey, Juan y Juan de Austria (hijo bastardo), del secretario de éste Juan de Escobedo, del Cardenal Espinosa, de la ficticia amante del rey Elena de Zapata, de su también ficticio marido y de su padre… Y todo esto en apenas 12 años. Algo muy común en aquella época, incluso en las clases sociales elevadas: la mortalidad infantil era muy alta, muchas mujeres morían al dar a luz (como la propia Isabel de Valois), y las guerras y las epidemias diezmaban a la población. La muerte estaba muy presente en sus vidas. Pero la muerte no aparece en el relato como un hecho más, es una parte importante de él. Así la autora incluye numerosas reflexiones sobre ella, tanto del narrador como de sus personajes e intercala numerosos pasajes de textos de Teresa de Jesús relacionados con la muerte. “¡Oh, muerte benigna, socorre mis penas! Tus golpes son dulces, que el alma libertan… La vida terrena es continuo duelo: vida verdadera la hay sólo en el cielo.” Acompañando a la muerte están también la noche, el toque de ánimas, el fantasma de la difunta amante, la culpa y el arrepentimiento que le dan a una buena parte de la obra un toque lúgubre y romántico como en El estudiante de Salamanca de José de Espronceda.

Pero esta sólo es una cara de la novela, tiene otra sensual igualmente importante. Especialmente en la primera parte, donde se narran los arrebatados encuentros sexuales entre el rey y su última amante. Una amante ficticia, o al menos no comprobada, a la que el rey casa con un capitán de los Tercios de Flandes y les construye una casa en las afueras de Madrid: la casa de las siete chimeneas, que aún existe y es actualmente la sede del Ministerio de Cultura. Esta es la trama inventada de la novela: la pasión del rey por esa mujer y la culpa que le generan esas relaciones extramatrimoniales. No sólo por el hecho de ser pecaminosas, ya había tenido anteriormente otras amantes, sino por forzar su voluntad y no poder ponerlas fin. Pronto los rumores sobre su infidelidad recorren todo Madrid y llegan a oídos de la reina, martirizando su confianza. El rey decide terminar con esta situación de la única manera que puede, mandando asesinar a su amante. Pero ni siquiera su muerte consigue el olvido, ni de los rumores, ni de su deseo por ella y un fantasma empieza a rondar por su casa creando gran alboroto entre el pueblo. A partir de aquí se produce un cambio en la historia y el relato se centra más ahora en la reina, en sus congojas por la incertidumbre de los rumores, en su religiosidad extrema (acude de forma secreta a un convento cercano para flagelarse y conseguir así el favor de Dios) y sobre todo en sus experiencias con el pecado y el remordimiento. Sus pesquisas le llevan a conocer al nuevo dueño de la casa de las siete chimeneas y a sentir en él la atracción del pecado, de lo prohibido, de los encuentros clandestinos, de los roces no buscados. Y su moral rígida siente el vértigo de esa poderosa atracción que nubla su juicio y su voluntad y que le empuja a cometer actos que jamás supuso que llegaría a realizar. Y así, entendiendo su propia debilidad, comienza a comprender y a perdonar la de su marido, el rey.

Esta perfecta combinación de muerte, pecado e historia, entremezclados con coherencia, sin chirríos ni extravagancias, es la que convierte a este libro en una estupenda novela, culta y atractiva.

jueves, 25 de febrero de 2010

Lecturas del verano 2008 (II)

El 2º libro casi no necesita presentación porque es uno de los grandes bestsellers españoles, "La catedral del mar" de Idelfonso Falcones (Grijalbo, 2006).

Y desde luego lo tiene todo para haber sido un bestseller: novela histórica de fácil narrativa y trama interesante. He leído algunas críticas indicando que es un libro de calidad mediocre, seguramente, que no pasará a los anales de la historia de la literatura, posiblemente. ¿Quiere esto decir que es un mal libro? De ninguna manera. ¿Cuántos grandes escritores son capaces de describir personajes que te atrapen desde la primera línea? Si fuera tan fácil escribir libros de éxito habría miles de escritores ricos y famosos, y no parece que haya tantos. Hay historiadores que lo han intentado y se han metido a novelistas e incluso han llegado a tener cierto éxito, como por ejemplo José Luis Corral. Y me gustan sus novelas, están perfectamente bien documentadas y la recreación de la época es increíblemente detallada y realista (¿quién mejor que un historiador para conseguirlo?), pero a sus personajes les falta vida, garra, carnalidad. Parecen hieráticos, deslavados. Nada que ver con los personajes de Ildefonso Falcones, reales, vitales.
La trama de la novela discurre en la pudiente Barcelona del siglo XIV. Para mí uno de sus mayores logros es la descripción de los distintas labores y formas de vida de la época: los bastaixos, acarreando piedras enormes sobre sus espaldas, los cambistas (los antiguos banqueros), los campesinos, los artesanos, las clases dirigentes de la ciudad, las prostitutas (al parecer eran las únicas mujeres junto con las damas nobles que podían usar vestidos de colores, para poder distinguir entre unas y otras, si eso es posible, las meretrices no podían tapar sus hombros con capas). Supongo que es lo que todos buscamos en las novelas históricas: la descripción de una forma de vida pasada, desaparecida, sin tener que bucear en innumerables libros académicos. Muchos la han comparado con otro tremendo bestseller, "Los pilares de la tierra", pero en mi opinión, no llega a tanto. Aún así es un ejemplo de cómo se pueden hacer novelas atractivas sin necesidad de recurrir a conspiraciones imposibles, sólo basándose en personajes cotidianos y creíbles.

Lecturas del verano 2008 (I)

El verano me ha dejado tiempo para leer 3 libros, el primero es "Un día de cólera" de Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara, 2007).

Este no es un libro al uso de Pérez-Reverte, no al menos de ninguno que yo haya leído. Para empezar la trama no esconde suspense (como por ejemplo en "El club Dumas") ya que los personajes no son ficticios y los hechos tampoco, con lo que se restringe mucho las posibilidades narrativas del autor. Tampoco tiene protagonistas atractivos, poderosos, como en "La reina del sur" o en "La piel del tambor", sino que el libro describe múltiples protagonistas, ni más ni menos que todas las personas que participaron en la revuelta contra los franceses el 2 de mayo de 1808 en Madrid. El autor no para de dar datos concretos sobre todos esos personajes, sus nombres, ocupaciones, lugares de residencia, y sobre los sitios donde tienen lugar los acontecimientos, (el libro viene acompañado de un plano de Madrid de esa época para que el lector no se pierda entre tanto nombre de calles y plazas), en un intento de acercarnos a todas esas personas que lucharon y muchas murieron ese día y el siguiente en las calles de Madrid. Porque el libro es en parte un homenaje a toda esa gente, de clase humilde la mayoría, que sin preparación militar ni apenas armas, luchó cuerpo a cuerpo contra el mayor ejército de la época y prendió, sin pretenderlo, la mecha que inició un levantamiento general contra el invasor en toda España. Pero esta sobrecarga de datos tiene como indeseable consecuencia que la lectura se vuelve lenta y poco atractiva a ratos, como si uno estuviera leyendo las páginas amarillas. Pero en seguida vuelve la narrativa vigorosa que caracteriza al autor y te sumerge en esa vorágine de violencia, sangre y pólvora en la que se sumergió Madrid durante un largo día. Las descripciones de los movimientos de las tropas napoleónicas y de las cargas de su caballería son tan realistas que no hace falta mucho esfuerzo para imaginarlas y verlas pasar en tu mente como en una película.
Aunque se podría catalogar como una novela histórica, al igual que la saga de El capitán Alatriste, no tiene su componente lúdico, de aventuras, de duelos de espadachines .
No es, desde luego, un libro patriotero: esas cosas se la refanfinflan al autor. El libro está plagado de críticas a la Junta de Gobierno, a los altos mandos militares, a la clase media, a la nobleza y al clero que, en su inmensa mayoría, no quisieron apoyar al pueblo cuando éste se levantó contra el invasor. Ni siquiera se salvan los protagonistas de la revuelta, esos hombres y mujeres de lo peor de Madrid que lucharon sólo por venganza y odio. Un libro, al fin, de relatos crudos, sin salva patrias ni banderas al viento. No es un libro de historia, pero sí un estupendo relato ficticio, pero lo más veraz posible, de esos trágicos sucesos.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Historia del Rey Transparente




Rosa Montero

Santillana Ediciones Generales, S.L.

Este es el segundo libro de Rosa Montero que leo. El primero fue Temblor, hace muchos años. Tengo tan buen recuerdo de ese libro que no dudé en comprarme la versión de bolsillo de Historia del Rey Transparente en cuanto la vi en una librería de la estación de autobuses de la Avenida América de Madrid. Buscaba algo con lo que entretenerme durante el viaje hasta Zaragoza y no pude encontrar mejor opción.

Es una novela histórica sobre la Edad Media, concretamente sobre el siglo XII en el sureste de Francia. En ella aparecen damas, caballeros, torneos, castillos, cruzados, brujas, cátaros, la Santa Inquisición… en fin, todo el paquete completo de lo que no puede faltar al escribir sobre el medioevo. Bueno, quizá sí, faltan los templarios. A pesar de tratar todos estos lugares comunes, (y de todas formas, ¿cómo se puede hacer una peli del oeste sin indios ni vaqueros?), la autora consigue una novela amena e imaginativa sin necesidad de inventarse imposibles conspiraciones milenarias. Aquí no hay misteriosos mensajes ocultos que aparecen después de siglos y cuya revelación cambiará el curso de la historia. Es más bien como dice la propia autora una novela de aventuras, las de su protagonista, Leola, una campesina que para salvar la vida decide robar una armadura y hacerse pasar por caballero. Esta farsa va a dar lugar a un gran número de peripecias a lo largo de la huida que comienza para ella en ese momento. Y así la autora nos va trazando un retrato del siglo XII muy alejado de la imagen idealizada del romanticismo: nos habla de los destrozos causados por los hombres de hierro, los caballeros, y sus soldados, de las rígidas normas de esa sociedad donde no importaba el individuo, sino su posición social, de la intransigencia de los fanáticos religiosos, de la vida en las ciudades libres o en una refinada corte real. En ocasiones llega a detalles minúsculos y nos describe cómo se hace una vela a partir de sebo de cordero o cómo se cuida una armadura para que no se estropee. No faltan tampoco los toques de fantasía, empezando por la leyenda que da nombre a la novela, la historia del rey transparente que causa desgracias a todo aquel que la narra, animales fabulosos como el basilisco, capaz de matar a quien le mire, o las narraciones de la corte del rey Arturo y de la isla Avalon.

Pero todo esto es solo el vestido, el aterezzo. La propia autora desvela en las consideraciones finales del libro que el objetivo de la novela es retratar el momento de esplendor cultural y de libertad que vivió Europa en ese siglo personificado en el destino de los cátaros. Unos cristianos que fueron calificados de herejes por la Iglesia Católica y que se refugiaron en Occitania bajo la protección del conde de Tolosa. En esos territorios donde vivieron reinaba la tolerancia, la sensatez y era clara la preponderancia de la mujer. Sin embargo, la intolerancia religiosa se impuso y esa “hermosa juventud” se apagó. Los cátaros fueron derrotados primero militarmente por la cruzada que organizaron el Papa y el Rey de Francia y posteriormente por la represión de la Santa Inquisición que los persiguió sin tregua hasta exterminarlos. Toda la novela tiene un poso melancólico que me recuerda a los documentales sobre el verano del amor en el 67. La autora deja abierta una puerta a la esperanza al expresar su hipótesis de que “el poder siempre absorbe parte de lo que aplasta” y así siglos más tarde surgió el Renacimiento, a partir de “los residuos de aquel tiempo luminoso”.

En el mismo apartado de consideraciones finales la autora confiesa los trucos que ha utilizado en la narración, siendo el más empleado la unión de personajes o hechos que ocurrieron en realidad muy separados en el tiempo. Además nos deja unas recomendaciones finales en forma de un pequeño listado de libros para todos aquellos que quieran indagar más en esta época.

viernes, 31 de julio de 2009

El enigma de Copérnico



Jean-Pierre Luminet
Ediciones B

La primera sorpresa de este libro viene de su autor, un prestigioso astrofísico francés en activo: ¿qué hace un conocido científico metido a novelista? Hasta ahora había visto periodistas-escritores, historiadores... pero, ¿un científico? Es cierto que hay varios científicos que han escrito auténticos bestsellers, como Carl Sagan o Stephen Hawkins, pero siempre han sido libros divulgativos, no novelas. No deja de ser asombroso que este hombre saque tiempo no sólo para estar en primera línea de su campo de investigación, sino para cultivar otros intereses y aficiones. Sin embargo, lo que hoy me asombra no dejaba de ser habitual en los tiempos en los que transcurre su novela, el Renacimiento.
La segunda sorpresa es que no lo hace nada mal. El enigma de Copérnico es mucho más que una biografía del famoso astrónomo polaco, es una reconstrucción fresca y atractiva de la época, los centros del saber y los principales personajes (el autor hace coincidir al protagonista con Alberto Durero, Leonardo Da Vinci o el cardenal Alejandro Farnesio, futuro papa Paula III) que influyeron en su tiempo. Dentro de las restricciones inherentes a todo intento de novelar un hecho o un personaje histórico con un mínimo de rigor (como queda reflejado en las diferencias entre "Un día de cólera" de Arturo Pérez-Reverte y cualquiera de sus otros libros de ficción: "La piel del tambor", "La reina del sur", "El club Dumas"...), Luminet consigue crear unos personajes y unas situaciones verosímiles e interesantes con un estilo narrativo mucho más fluido y flexible que, por ejemplo, el de José Luis Corral en "Numancia".
A pesar de la fama hoy en día de Nicolás Copérnico se conocen muy pocos datos fiables sobre su biografía, seguramente por la fuerte oposición a su obra que sufrió tanto a lo largo de su vida por la Reforma Protestante como por parte de la Iglesia Católica después de su muerte. Estas lagunas sobre la vida de su protagonista han dado al autor un margen de maniobra suficiente para buscar sus propias respuestas a los misterios que siempre ha generado Copérnico: "¿por qué prodigio, por qué gigantesco esfuerzo del pensamiento pudo sacar la Tierra del Universo y colocar en su lugar al Sol?", ¿por qué no se decidió nunca a imprimir su famoso libro "De revolutionibus orbium coelestium" y dejó que fuera su discípulo Rheticus quien lo hiciera al final de su vida con el riego de que éste le robara su trabajo?
Copérnico tuvo la oportunidad de estudiar en las mejores universidades de su época y viajar al centro del saber por excelencia: Italia. Allí estudió medicina y se doctoró en derecho canónico lo que le permitió obtener un puesto de canónigo en la catedral de Frombork. Los canónigos se hacían cargo de las diversas haciendas y responsabilidades de la catedral, eran miembros de la Iglesia con voto de castidad que casi nadie cumplía (y los pocos que lo hacían eran sospechos de sodomía), pero la mayoría, al igual que él, no eran sacerdotes. Este puesto conllevaba una serie de privilegios y rentas y bienes inmuebles que permitieron que Copérnico pudiera disfrutar de una vida acomodada en lo económico, aunque seguramente no en el político. Copérnico vio surgir el gran cisma espiritual que supuso para la sociedad europea la Reforma Protestante y pudo comprobar los odios que comenzaron a arrasar el continente y que terminaron por desangrarlo durante las interminables guerras de religión. El autor coloca a Copérnico en este entramado religioso, le hace tomar parte no por los extremos, reformistas y papistas, sino por una visión mucho más conciliadora como la de Erasmo de Rotterdam y atribuye su renuencia a imprimir sus trabajos no al temor por su propia persona, sino al temor a que la expulsión de la Tierra del centro del Universo que él proponía creara aún mayor confusión al atribulado espíritu de la población. También pareció influir los prejuicios de muchos eruditos de su época a la imprenta, a la difusión entre el vulgo inculto de sus ideas, un prejuicio similar al que los pitagóricos tenían a la escritura. Sin embargo, Copérnico sí que divulgó su obra entre sus pares, famosos profesores, eruditos y otros personajes importantes de la cultura, mediante copias manuscritas, de tal manera que su obra era ya conocida en el cerrado círculo de la cultura donde conseguió gran prestigio.
Esta novela es la primera de una serie sobre los cruciales descubrimientos que revolucionaron la astronomía y la ciencia. El siguiente capítulo "El tesoro de Kepler" ya está en mi librería y espero que no deje pasar mucho tiempo antes de leérmelo también.