viernes, 31 de julio de 2009

El enigma de Copérnico



Jean-Pierre Luminet
Ediciones B

La primera sorpresa de este libro viene de su autor, un prestigioso astrofísico francés en activo: ¿qué hace un conocido científico metido a novelista? Hasta ahora había visto periodistas-escritores, historiadores... pero, ¿un científico? Es cierto que hay varios científicos que han escrito auténticos bestsellers, como Carl Sagan o Stephen Hawkins, pero siempre han sido libros divulgativos, no novelas. No deja de ser asombroso que este hombre saque tiempo no sólo para estar en primera línea de su campo de investigación, sino para cultivar otros intereses y aficiones. Sin embargo, lo que hoy me asombra no dejaba de ser habitual en los tiempos en los que transcurre su novela, el Renacimiento.
La segunda sorpresa es que no lo hace nada mal. El enigma de Copérnico es mucho más que una biografía del famoso astrónomo polaco, es una reconstrucción fresca y atractiva de la época, los centros del saber y los principales personajes (el autor hace coincidir al protagonista con Alberto Durero, Leonardo Da Vinci o el cardenal Alejandro Farnesio, futuro papa Paula III) que influyeron en su tiempo. Dentro de las restricciones inherentes a todo intento de novelar un hecho o un personaje histórico con un mínimo de rigor (como queda reflejado en las diferencias entre "Un día de cólera" de Arturo Pérez-Reverte y cualquiera de sus otros libros de ficción: "La piel del tambor", "La reina del sur", "El club Dumas"...), Luminet consigue crear unos personajes y unas situaciones verosímiles e interesantes con un estilo narrativo mucho más fluido y flexible que, por ejemplo, el de José Luis Corral en "Numancia".
A pesar de la fama hoy en día de Nicolás Copérnico se conocen muy pocos datos fiables sobre su biografía, seguramente por la fuerte oposición a su obra que sufrió tanto a lo largo de su vida por la Reforma Protestante como por parte de la Iglesia Católica después de su muerte. Estas lagunas sobre la vida de su protagonista han dado al autor un margen de maniobra suficiente para buscar sus propias respuestas a los misterios que siempre ha generado Copérnico: "¿por qué prodigio, por qué gigantesco esfuerzo del pensamiento pudo sacar la Tierra del Universo y colocar en su lugar al Sol?", ¿por qué no se decidió nunca a imprimir su famoso libro "De revolutionibus orbium coelestium" y dejó que fuera su discípulo Rheticus quien lo hiciera al final de su vida con el riego de que éste le robara su trabajo?
Copérnico tuvo la oportunidad de estudiar en las mejores universidades de su época y viajar al centro del saber por excelencia: Italia. Allí estudió medicina y se doctoró en derecho canónico lo que le permitió obtener un puesto de canónigo en la catedral de Frombork. Los canónigos se hacían cargo de las diversas haciendas y responsabilidades de la catedral, eran miembros de la Iglesia con voto de castidad que casi nadie cumplía (y los pocos que lo hacían eran sospechos de sodomía), pero la mayoría, al igual que él, no eran sacerdotes. Este puesto conllevaba una serie de privilegios y rentas y bienes inmuebles que permitieron que Copérnico pudiera disfrutar de una vida acomodada en lo económico, aunque seguramente no en el político. Copérnico vio surgir el gran cisma espiritual que supuso para la sociedad europea la Reforma Protestante y pudo comprobar los odios que comenzaron a arrasar el continente y que terminaron por desangrarlo durante las interminables guerras de religión. El autor coloca a Copérnico en este entramado religioso, le hace tomar parte no por los extremos, reformistas y papistas, sino por una visión mucho más conciliadora como la de Erasmo de Rotterdam y atribuye su renuencia a imprimir sus trabajos no al temor por su propia persona, sino al temor a que la expulsión de la Tierra del centro del Universo que él proponía creara aún mayor confusión al atribulado espíritu de la población. También pareció influir los prejuicios de muchos eruditos de su época a la imprenta, a la difusión entre el vulgo inculto de sus ideas, un prejuicio similar al que los pitagóricos tenían a la escritura. Sin embargo, Copérnico sí que divulgó su obra entre sus pares, famosos profesores, eruditos y otros personajes importantes de la cultura, mediante copias manuscritas, de tal manera que su obra era ya conocida en el cerrado círculo de la cultura donde conseguió gran prestigio.
Esta novela es la primera de una serie sobre los cruciales descubrimientos que revolucionaron la astronomía y la ciencia. El siguiente capítulo "El tesoro de Kepler" ya está en mi librería y espero que no deje pasar mucho tiempo antes de leérmelo también.

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