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sábado, 28 de julio de 2018

Lejos del corazón

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Lorenzo Silva
Planeta, 2018

Seis años ha que leí mi primer libro de Bevilacqua, mi primer libro de Lorenzo Silva.  Entonces la excusa fue un premio literario, este año una celebración con números redondos: 20 años de la saga. Bendita sea cualquier excusa que me lleve a sumergirme de nuevo en la vida áspera del investigador de la Guardia Civil Rubén Bevilacqua. Ruda existencia que no surge solo de las pérdidas que te produce el tiempo, ya peina canas, sino también de su afición, casi masoquista, a no regalarse ninguna auto-indulgencia, a examinar su biografía con la misma severidad con que interroga a un sospechoso. Tanto auto-examen no le conduce, como en los clásicos de la novela negra, a la bebida, a las mujeres fatales y a la violencia, sino a las lecturas filosóficas, un hombre cultivado, otra diferencia con los clásicos, y a las canciones tristes:
Por uno que regresa, y te trae una rosa, miles se han olvidado de ti
Gianna Nannini
La trama viaja esta vez al estrecho de las noticias, el de las lanchas de miles de caballos, del contrabando de tabaco con Gibraltar, de los fardos de droga de Marruecos, de las pateras que llegan a las playas y de las que no llegan. Sin embargo, el autor crea con toda esta actualidad únicamente el escenario. El actor principal de la obra es la ciberdelincuencia. Esos delitos que raramente aparecen en el telediario, esos criminales jóvenes, niños bien, de conciencia limpia, que no dan miedo.
Hay algo siniestro en la despersonalización del daño -dije-. El buen Dios no debería dejar que se pueda joder a otro sin verle llorar, sin oír sus gritos, sin sentir su sudor y cargarlo en la memoria.
Una crítica a nuestra falta de responsabilidad por todo lo que somos capaces de hacer desde una pantalla del móvil, con un click. Ojos que no ven... daño que parece que no se comete.
Brillante novela. Ligera novela. 
Otro ejercicio de minuciosa y seca descripción del trabajo policial de la Guardia Civil. De los verdes. De los picoletos. De los txakurras. Sin persecuciones de coches, sin ensaladas de tiros, sin súper héroes, para eso ya está Ethan Hunt, que también tiene su punto. Solo personajes de carne y hueso. Solo situaciones creíbles. Nada más y nada menos. 
Un poco a lo John le Carré.

sábado, 22 de diciembre de 2012

La marca del meridiano


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Lorenzo Silva
Editorial Planeta, 2012

Novela galardonada con el último premio Planeta, excusa que ha facilitado que definitvamente diera el paso de leer algo de este autor al que sigo, más o menos, en su colaboración con la revista El Semanal. Esta es una obra de intriga e investigaciones policiales donde el protagonista, sorprendentemente, no es ni un investigador privado de novela negra ni un inspector de policía al estilo televisivo de El comisario, sino un brigada de la tan denostada Guardia Civil, Rubén Bevilacqua. Junto al veterano investigador, un tipo cerrado, experimentado en mil batallas y con algún que otro demonio en su armario, aparece su equipo, formado por la sargento Virginia Chamarro, eficiente y siempre dispuesta a sacar de sus casillas al jefe, y el joven guardia Juan Arnau, aprendiz de todo. Esta novela es la última entrega, hasta el momento, de una larga saga que parece exitosa y que por tanto, promete continuar.
Entremezclado con una moderna trama de proxenetas, guardias corruptos y comunicaciones secretas a través de internet, que se focaliza en Cataluña pero que se extiende a otras regiones como Logroño y Asturias, Lorenzo Silva nos va dibujando a su personaje principal, resaltando especialmente su elevado sentido del deber, y el del todo el cuerpo, a pesar de, o quizá debido especialmente a, ciertos errores de juventud de los que salió bien parado y que aunque él no quiera, le persiguen en el presente y le acompañan en el nuevo caso que le toca investigar. Perfil psicológico que me ha parecido lo más flojo de esta novela donde lucen, sin embargo, una trama inteligente y unos diálogos rápidos e irónicos. 
Hay un último protagonista en la novela, que permanece en segundo plano, lejos de los focos del protagonismo y de la acción, pero que aparece de forma continuada en toda la obra, que es la Guardia Civil. Una institución con muy mala imagen en el pasado que aún mantiene en el subconsciente de muchos todavía, y que a la que el  autor parece representar como uno de los pocos garantes, en estos momentos de zozobra económica y política, de honor y responsabilidad.