sábado, 22 de diciembre de 2012

La marca del meridiano


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Lorenzo Silva
Editorial Planeta, 2012

Novela galardonada con el último premio Planeta, excusa que ha facilitado que definitvamente diera el paso de leer algo de este autor al que sigo, más o menos, en su colaboración con la revista El Semanal. Esta es una obra de intriga e investigaciones policiales donde el protagonista, sorprendentemente, no es ni un investigador privado de novela negra ni un inspector de policía al estilo televisivo de El comisario, sino un brigada de la tan denostada Guardia Civil, Rubén Bevilacqua. Junto al veterano investigador, un tipo cerrado, experimentado en mil batallas y con algún que otro demonio en su armario, aparece su equipo, formado por la sargento Virginia Chamarro, eficiente y siempre dispuesta a sacar de sus casillas al jefe, y el joven guardia Juan Arnau, aprendiz de todo. Esta novela es la última entrega, hasta el momento, de una larga saga que parece exitosa y que por tanto, promete continuar.
Entremezclado con una moderna trama de proxenetas, guardias corruptos y comunicaciones secretas a través de internet, que se focaliza en Cataluña pero que se extiende a otras regiones como Logroño y Asturias, Lorenzo Silva nos va dibujando a su personaje principal, resaltando especialmente su elevado sentido del deber, y el del todo el cuerpo, a pesar de, o quizá debido especialmente a, ciertos errores de juventud de los que salió bien parado y que aunque él no quiera, le persiguen en el presente y le acompañan en el nuevo caso que le toca investigar. Perfil psicológico que me ha parecido lo más flojo de esta novela donde lucen, sin embargo, una trama inteligente y unos diálogos rápidos e irónicos. 
Hay un último protagonista en la novela, que permanece en segundo plano, lejos de los focos del protagonismo y de la acción, pero que aparece de forma continuada en toda la obra, que es la Guardia Civil. Una institución con muy mala imagen en el pasado que aún mantiene en el subconsciente de muchos todavía, y que a la que el  autor parece representar como uno de los pocos garantes, en estos momentos de zozobra económica y política, de honor y responsabilidad.


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