lunes, 7 de enero de 2013

La ciudad de las bestias

  


Isabel Allende
Editorial Planeta, 2002

Viendo la foto inquietante de la portada y el título del libro me había hecho a la idea de una historia sobre personas que han tocado el más bajo de los fondos, seres sin conciencia, sin piedad, con una violencia gratuita, etc., y me preguntaba cómo iba encajar todo eso con el tipo de novelas elegante y fino de la autora. Pero para mi decepción la novela no tiene nada que ver con lo que se insinúa. A medida que he ido desgranando los capítulos, me di cuenta que, en realidad, es un libro de aventuras destinado al público juvenil. Dicho esto sin ánimo de menospreciar este género.
El protagonista es Alexandar Cold, un adolescente californiano que debido al cáncer de su madre se tiene que ir a vivir con su abuela paterna a Nueva York. Ella es una conocida escritora y aventurera que acaba de ser contratada para realizar un reportaje sobre la búsqueda de un ser extraordinario, la Bestia (algo así como el Yeti pero en versión tropical), en el Amazonas y se lleva consigo a su melindroso nieto. El grupo expedicionario está formado además por un famoso antropólogo, dos fotógrafos, una médico, un guía local y su hija, Nadia, con la que Alexander traba gran amistad. En el transcurso de la novela aparecen también un capitán del ejército, un rico empresario y un viejo chamán, Walimai, que va ayudar a los jóvenes protagonistas a pesar de ser nahab, extranjeros.
Allende apenas nos ofrece un par de pinceladas sobre el carácter de alguno de los adultos, la abuela, el antropólogo o el guía (los dos fotógrafos son apenas meras comparsas), y se centra en la pareja protagonista y en la acción, Una aventura por parajes exóticos donde se mezclan la corrupción militar y la ambición de riquezas sin escrúpulos en forma de minas de oro y piedras preciosas, con la lealtad y la camaradería.
La historia está bien contanda, pero no es nada original y está plagada de lugares comunes, la leyenda de El Dorado, el indio bueno y ecologista (Allende no ha dibujado el más mínimo carácter negativo a ningún personaje indio de la novela; los malos, los ambiciosos, los corruptos, los egoístas son siempre los blancos), el paraíso escondido detrás de una cascada, el poder balsámico de la música (como el oboe de La Misión) y la existencia animales tan fantásticos como escurridizos, el Yeti, Nessie... La idea de una cultura escondida a los ojos de la humanidad por los siglos de los siglos ya aparece también en un telefilm de cierta calidad protagonizado por Tom Berenguer: Los últimos guerreros (1995). La última comparación cinematográfica es mucho más obvia, Los últimos días del Edén, la gran película de John McTiernan protagonizada por Sean Connery y Lorrain Braco, que tiene como tema central la selva amazónica.
Una de las pocas frases que me ha hecho reflexionar:
"[las Bestias] creen que el cielo es blanco [por las nubes que tapan permanentemente el cráter] y del tamaño de ese círculo", comentó Nadia y Álex respondió que ellos tenían también una visión parcial del cielo, que los astronautas sabían que no era azul, sino infinitamente profundo y oscuro. p 214
[Si no fuera así, si viéramos el Universo como realmente es, quizá seríamos permanente conscientes de lo que somos, un pequeño y organizado conjunto de átomos en medio de la inmensidad espacial, un segundo del tiempo infinito] 
Ni que decir tiene que Álex sufre una profunda transformación como consecuencia de sus aventuras y de su contacto con las tribus indias. Además de madurar su mente racional se abre a los misterios, aprende a escuchar con el corazón y comprende que existen poderes sobrenaturales y otras dimensiones de la realidad. Todo muy hippy y muy era acuario.

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