domingo, 23 de junio de 2013

Los mares del sur



Manuel Vázquez Montalbán
Editorial Planeta, 1979

Pepe Carvalho, detective privado barcelonés, recibe en vísperas de las elecciones municipales de 1979 el curioso encargo de investigar el último año de vida de un rico empresario asesinado. La viuda no está interesada en resolver el asesinato, sólo en conocer qué hizo el difunto mientras estuvo desaparecido antes de morir. Las únicas pistas: una nota manuscrita por el difunto (Ya nadie me llevará a los mares del sur).
En el relato el autor recrea con gran realismo las miserias del postfranquismo: los barrios obreros, la corrupción política y policial, la delincuencia común con los quinquis navajeros... El protagonista es, cómo no, un personaje cínico, solitario, que quema libros para encender la chimenea para vengar que tanta cultura juvenil le separara de la vida y al que le gustan las chicas jóvenes, la cocina (afición trasladada del autor y que le lleva a incluir en casi todas sus novelas vívidas descripciones y recetas de diversos platos) y el vino blanco frío. Su vida personal se reduce al ayudante, Biscuter, su novia puta, Charo, y una perrita, Bleda, que compra al principio de la historia.
La narración es directa, seca, con diálogos cortos y rápidos, muy housianos, al igual que la visión desconfiada del protagonista sobre las personas (es posible que a los guionistas de House les gustase la novela negra).

Citas:
Tenían ese aspecto de huevos cocidos que tienen los intelectuales en todas partes, pero en este caso adaptados a la española: parecían nuevos duros con menos densidad que los huevos duros de otras latitudes. Sobrellevaban el peso de los huevos sobre los hombros con el lógico exhibicionismo, pero también con esa inquietud subdesarrollada de que el huevo peligraba.
P 54-55.
Tal vez necesitara enamorarme, una cierta dosis de autoengaño, no se puede sobrevivir despellejado, sin posibilidad de meterte en ninguna iglesia, sin rezar no se puede vivir.
P 59↑
-Tu padre era tan egoísta como cualquier otro ser humano. Vivió su vida y eso es todo.
-No. No es cierto. No se puede vivir pensando que todo el mundo es egoísta, que todo el mundo es una mierda.
-Yo he conseguido vivir y lo pienso. Estoy convencido.
-¿Yo soy una mierda?
-Serás una mierda. Seguro.
-Las personas a las que has querido, ¿eran una mierda?
-Eso es hacer trampa. Necesitamos ser benevolentes con los que lo son con nosotros. Es un contrato no escrito, pero es un contrato. Lo que ocurre es que solemos vivir como si no supiéramos que todo y todos son una mierda. Cuanto más inteligente es una persona menos lo olvida, más lo tiene presente. Nunca he conocido a nadie realmente inteligente que amase a los demás o confiase en ellos. A lo sumo los compadecía. Ese sentimiento sí lo entiendo.
/.../
-Y si tuvieras un hijo, ¿qué pensarías de él?
-Mientras fuera un ser débil, le compadecería. Cuando tuviera tu edad, empezaría a estudiarle, a espiarle para observar el momento justo en que la joven víctima experimenta la metamorfosis y hace sus primeros pinitos de verdugo. Y cuando fuera verdugo procuraría verle lo menos posible. Si fuese un verdugo con éxito, no me necesitaría. Si fuera una víctima, pagaría con creces la ayuda que yo pudiera darle. La pagaría con la inmensa satisfacción que me produciría seguir protegiéndole.
P 151-152.
Leo hasta entrada la noche
y en invierno viajo hacia el sur

Pero cuando le digo
que él está entre los afortunados que han visto la aurora,
sobre las islas más bellas de la Tierra,
el recuerdo sonríe y responde que cuando el sol se alzaba
el día ya era viejo para ellos.

Ya nadie me llevará al sur
p 31
-Los primeros versos no tienen problema. Pertenecen al primer poema de The waste land, de Elliot. /.../ El segundo fragmento también está chupado. Pertenece a Los mares del Sur, el primer poema publicado por Pavarese, un poeta italiano muy influenciado por la literatura americana. Nunca estuvo en los mares del Sur y seguro que ese poema lo escribió bajo la influencia de las lecturas de Melville. /.../ En cuanto al tercer fragmento, es del libro Lamento per il sud, de Savatore Quasimodo /.../ es como El emigrante de Juanito Valderrama, pero con premio Nobel.
p 100-102.
Enrojecidos los cuerpos por el fuego, se ablandaron de calor y humedad y al despegarse se distanciaron cada cual con su pedazo de techo y deseo.
P 179:


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