viernes, 31 de julio de 2015

Cometas en el cielo


Khaled Hosseini
Ed. Salamandra, 2003

La ola de calor que nos ha achicharrado durante el final de junio y mediados de julio, ha ayudado a trasladarme mentalmente sin problemas de imaginación a los escombros secos y polvorientos del Afganistán que relata la novela.
La novela discurre por la vida del protagonista durante 3 épocas: su niñez acomodada en el Kabul anterior a la invasión rusa, su vida como inmigrante afgano en la bahía de san francisco con su anciano y enfermo padre y su regreso a Afganistán para rescatar al hijo de su mejor amigo.
La prosa del autor goza no sólo de un gran poder evocador, especialmente en cuanto a los paisajes y costumbres afganos, sino también de una enorme capacidad de emocionar, por el realismo y la sensibilidad de los sentimientos retratados: la afición a escribir del protagonista, Amir; los celos infantiles hacia su mejor amigo, el criado hazara Hassan, y las humillaciones gratuitas a las que le somete de vez en cuando para sentirse superior; su cruel y cobarde traición a Hassan; el orgullo de los viejos inmigrantes afganos en California o la brutalidad ignorante y fanática de los talibanes. La novela se mueve con gran acierto entre una nostalgia algo noña y una realidad pobre, polvorienta y a veces sangrienta, entre la infancia y la madurez del protagonista. Y en este preciso equilibrio hay una escena que chirría por su falta de verosimilitud: el rescate de Sohrab de la fortaleza del malo malísimo Assef. Un personaje fallido, plano, un malo clásico, malo por los cuatro costados, como los malos de negro de las películas del oeste, sin fisuras, sin arrepentimientos, sin signos de piedad. Un malo de estos tiempos, fanático, sin capacidad de empatía, a la espera de que cualquier período revuelto le permita servirse de su patológica crueldad para escalar escalafones de poder y usar ese poder para satisfacer su necesidad de dominar, de humillar, de provocar dolor.
Un novelón, nadie diría que es la primera obra del autor, que, desgraciadamente, ha sufrido mi característica dejadez y cuya lectura se ha extendido enormemente en el tiempo, pero que la he llevado a cabo, en realidad, en dos tacadas de un par de días cada una. Eso sí, con una separación de meses y de toneladas de excusas entre ellas.

Algunas citas
p 208 Inevitablemente la conversación desembocó en el tema del moviemiento talibán.
-¿Es tan malo como dicen? -inquerí.
-No, es peor. Mucho peor. No te permiten ser humano.
p 210 -Cuando los talibanes aplastaron y expulsaron de Kabul a la Alianza bailé literalmente en la calle /.../
-Eran héroes -concluyó Rahim Kan.
-Paz, por fin /.../ Pero, ¿a qué precio?
p222 ↓ en 1988, [los talibanes] masacraron a los hazaras de Mazar-i-Sharif.
p 238 : Como afgano que soy sabía que era mejor ser mentiroso que descortés.
p 268 : -La gente importante vive ahora aquí.
-¿Los talibanes?
-También ellos -dijo Farid.
-¿Quién más?
--Los que están detrás de los talibanes. Los auténticos cerebros de este gobierno, si quieres llamarlo así: árabes, chechenos, pakistaníes.
p 350 : Así es como los niños superan el terror. Caen dormidos.
p 368 ↓ … me pregunté si el perdón se manifestaría de esa manera, sin la fanfarria de la revelación, si simplemente el dolor recogería sus cosas, haría las maletas y se esfumaría sin decir nada en mitad de la noche.
p 369 ↓ Mientras tú estás tan ocupada tejiendo jerséis, querida, a mí me toca lidiar con la percepción que la comunidad tiene de nuestra familia.
p 370 : Sería erróneo decir que Sohrab era tranquilo. Tranquilidad es paz, calma, bajar el “volumen” de la vida.
El silencio es pulsar el botón de “off”. Apagarlo. Todo.
El silencio de Sohrab /.../ era el silencio de quien se ha refugiado en un escondrijo oscuro, de quien se ha hecho un ovillo y se ha ocultado.

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