martes, 18 de agosto de 2015

Rebelión en la granja

 

George Orwell
Ediciones Destino, 1978

¡Quién pillara un autor como él en nuestro siglo! ¡Qué lujo! Un defensor a ultranza de la libertad de expresión que se atrevió a escribir y a intentar publicar una obra en la que se desnuda al emperador ideológico de la época, Stalin, en un momento en que su ayuda, como aliado de Inglaterra, era vital para la supervivencia de su país frente a los ejércitos nazis. Ni siquiera esta tesitura, la propia supervivencia, le supuso un obstáculo interno para decir lo que pensaba que había que decir en ese momento y que el resto de intelectuales de izquierdas se callaba o no quería ver. A saber, que la URSS era una dictadura cruel, donde se asesinaba a la disidentes, donde la mayor marte de sus habitantes pasaban hambre y penurias en nombre de una rebelión que en realidad sólo estaba al servicio de una casta de oligarcas sin escrúpulos que vivían rodeados de todo lujo.
En vez de escribir un ácido artículo periodístico se inventó una satírica novelita, ligera, casi para niños, donde se parodia sin perdón todas las mentiras, contradicciones y atrocidades del régimen comunista ruso.
El argumento es de sobras conocido: los animales de un granja inglesa se rebelan, expulsan a su cruel dueño y deciden ser dueños de su propio destino y llevar ellos solos la granja. Un sueño igualitario donde todos los animales colaboran y donde se eliminan los vicios humanos: los animales no son como los humanos, son mejores. Elaboran una ideología llamada Animalismo, escriben en una de las paredes del granero un listado con sus principales principios, eligen un himno, diseñan una bandera... Las diversas vicisitudes que sufre tan heroica rebelión son metáforas que calcan los sucesos de la rebelión bolchevique: defenestración de Trotski, purgas de Stalin, la corrupción del Partido Comunista...
Aunque el argumento es una crítica directa al stalinismo, no creo que su valor sea tan restrictivo, y para mí es un ejemplo contra todas las dictaduras, contra todas las utopías y rebeliones que terminan por derrocar a un tirano para simplemente imponer otro. La receta del autor para luchar contra ellas es simple: libertad de expresión. A ultranza. Sin medias tintas. Sin peros. Sin excepciones. Es la única respuesta frente a las mentiras de todos los que quieren manipular a la hoy llamada opinión pública. Y esa libertad de expresión necesita cauces, libros, radios, TVs, periódicos de todo tipo y no periodistas reclutados por los partidos de turno que no van más allá de las consignas monótonas de los políticos, que no son capaces de realizar el más mínimo ejercicio de crítica hacia sus propias posiciones ideológicas. Periodistas de pesebre, bien alimentados por sus amos.

"En este país, la cobardía intelectual es el peor enemigo al que han de hacer frente periodistas y escritores en general. /.../ El hecho más lamentable en relación con la censura literaria en nuestro país ha sido principalmente de carácter voluntario. Las ideas impopulares pueden silenciarse y los hechos desagradables ocultarse sin necesidad de ninguna prohibición oficial /.../, sino porque existe un acuerdo general y tácito sobre ciertos hechos que "no deben" mencionarse. Esto es fácil de entender mientras la prensa siga tal como está: muy centralizada y propiedad, en su mayor parte, de unos pocos hombres adinerados que tienen muchos motivos para no ser demasiado honestos al tratar ciertos temas importantes."
"Su origen está claro: en un momento dado se crea una ortodoxia, una serie de ideas que son asumidas por las personas bienpensantes y aceptadas sin discusión alguna. No es que se prohíba concretamente decir "esto" o "aquello", es que "no está bien" decirlas."

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